Ana Elisa: «Poco a poco lograban objetivos a través de la conexión con sus caballos»

Foto: Viajes Tumaini | Ana Luisa durante su voluntariado en Bolivia en un proyecto con niños discapacitados.

el DiarioSolidario

Ana Elisa es psicóloga y sabía que su perfil era muy valioso en ONG que trabajan con personas con diferentes capacidades. Sobre todo en Bolivia, donde la discapacidad es todavía un tabú alrededor del que existen numerosos prejuicios. Hizo voluntariado con jóvenes con parálisis cerebral, dificultades en el lenguaje, etc. ¿Lo que más le sorprendió? «El entusiasmo, fuerza y felicidad de las y estas personas”.

En Bolivia colaboraste con dos proyectos diferentes que trabajan con jóvenes con discapacidad. ¿Qué tareas realizaste?
El primer proyecto es un Aula de Estimulación Temprana. Allí colaboraba lunes, miércoles y viernes por las mañanas. Allí trabajaba con los niños más pequeños del centro. Trataba de identificar en qué área necesitaba más apoyo cada niño, y se lo ofrecía. Además contaba con un despacho para atender las dudas de los padres a nivel de desarrollo de sus hijos, ya que soy psicóloga. También preparé e impartí un curso, para los padres que quisieran apuntarse, sobre alimentación en la infancia y adolescencia y trastornos alimentarios.

Al Centro de Terapia Ecuestre acudía lunes y miércoles por la tarde y martes y jueves el día completo. Allí cuidaba de los caballos y atendía a los niños y niñas. Aprovechando mi formación, antes de cada sesión de equinoterapia hacía ejercicios con cada grupo de peques para trabajar aspectos como: refuerzo de autoestima, confianza, habilidades sociales, etc. Empecé participando en las sesiones de equino terapia como ayudante pero… ¡terminé impartiendo algunas de ellas!

¿Cómo es el trabajo en un Centro de Estimulación Temprana?
Nos dividíamos para trabajar con cada niño o niña aquello que le resultaba más complejo. Por ejemplo, un niño con parálisis cerebral se encontraba trabajando la postura corporal y la psicomotricidad. Yo le proponía y ayudaba en sus ejercicios, tales como coger con ambas manos unos palitos e introducirlos por la boca de una botella. Otra niña tenía dificultades en el lenguaje y el comportamiento, yo trabajaba cada día con ella la repetición de nombres de números y colores a través de unas fichas. A la vez, trataba de manejar aquellos aspectos de su comportamiento que necesitaba trabajar, como por ejemplo la tolerancia a la frustración.

¿Los grupos eran reducidos para poder ayudar mejor a las y los pequeños?
¡Sí! En el Centro de Estimulación Temprana, solía trabajar con entre 4 y 6 niños. En equinoterapia, a veces era un grupo de 5, otras de 2, otras de 4. Nunca más de 10 niños.

¿Había más personas colaborando con los proyectos? ¿Qué tal te llevaste con ellas?
En el centro ecuestre conocí a otras voluntarias ¡y la experiencia fue genial! Hicimos mucha amistad, sobre todo con una chica. ¡Bolivia me regaló una nueva amistad en Alemania a través del voluntariado!

Durante tu voluntariado, coincidiste con personas que trabajaban en los proyectos, ¿cómo fue colaborar con ellos y ellas?
Muy buena, en todo momento hubo colaboración. Se mostraron muy agradecidos con mi ayuda y por ello hicieron que me sintiera muy a gusto en ambos sitios. Grandes trabajadores, pero mejores personas sin duda alguna.

¿Crees que la terapia con caballos ayuda a los niños y niñas con discapacidad? ¿De qué forma?
Había leído mucho sobre la terapia con caballos, pero era la primera vez que vi su funcionamiento en vivo. Ahora puedo asegurar que ayuda a los niños y niñas, ¡y mucho! Fui testigo de cómo la autoestima y la confianza de dos niñas procedentes de un hogar de acogida mejoró a lo largo de 8 semanas. Poco a poco lograban objetivos a través de la conexión con sus caballos. Estoy segura de que el trabajo realizado con estos maravillosos animales con tiempo y continuidad se podrá extrapolar a todas las áreas de su vida.

¿Qué es lo que más te sorprendió de la experiencia?
En el Centro de Estimulación Temprana, las personas que trabajaban eran comprometidas y con una sensibilidad de agradecer. Podía notar cómo cada una de ellas trabajaba allí porque de verdad les salía del corazón ayudar a aquellos niños y niñas. ¡Fue algo muy bonito percibir aquel clima!

En el Centro Ecuestre, la sorpresa me la dieron los niños y niñas que acudían a equinoterapia. Cada uno con su difícil historia de vida ¡y sin embargo con esa fuerza, entusiasmo y felicidad por llevar a cabo la terapia y mejorar! Hubo un grupo de niñas que cada día me sacaban una sonrisa. Me costó mucho despedirme de ellas y a día de hoy me acuerdo de ellas constantemente.

¿Y lo que menos te gustó?
El desconocimiento sobre la discapacidad en Bolivia me hizo escuchar historias que me dejaron atónita. Era consciente de que existía, pero no imaginaba que sería tanta.

Te alojaste junto a una familia boliviana, ¿qué tal la convivencia?
La relación con la familia no pudo ser mejor, ¡me sentía como una hija más! Hacíamos salidas juntos, íbamos a hacer turismo, a comprar al mercado y me presentaban a todos sus familiares. Estar con ellos fue como tener una segunda familia. ¡Seguimos en contacto por WhatsApp!

¿Qué cosas aprendiste en tu viaje solidario?
Los que más me han enseñado en mi experiencia como voluntaria son los niños y niñas. No puedo sino agradecerles lo mucho que me han enriquecido como persona. Su esfuerzo, su lucha diaria, su constancia, su valor y por supuesto sus sonrisas me han abierto los ojos sobre muchas realidades.

Siempre me he considerado una persona muy sensible pero con un gran espíritu de cambiar y mejorar las cosas. Aún así sentía que tenía barreras en mi vida y gracias a esos pequeños he vuelto con la pasión como lema de mi vida, y ahora, no hay barrera que no intente superar.

Entidad del voluntariado: Viajes Tumaini

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