Asentamiento de kukamas da una lección de limpieza en el Amazonas

Tras pasar 60 años tirando la basura al río, suelo y junto a los árboles, la comunidad indígena de Santa Rita de Florida crea su propio sistema de recogida de residuos. En el resto de la Amazonía del Perú, los puertos continúan repletos de porquería.

Foto: RMC | Niño kukama haciendo buen uso del “tacho” en Santa Rita de Florida (1)

Firma: RMC

A orillas del río Marañón, en la región Amazónica del Perú, los 120 indígenas de la comunidad kukama de Santa Rita de Florida han dicho basta a la suciedad. Lo que significa stop al tirar la basura al suelo, almacenarla junto a los árboles, “botarla” a los jardines o arrojarla a las aguas del río. Stop al depositar restos orgánicos, plásticos y cartones en un mismo lugar. Stop al contaminar el medio ambiente. No les ha sido fácil. “Me dio vergüenza que mis hijos me ayudaran a limpiar la basura del jardín”, confiesa la monitora ambiental, Gladis Dávila. De su jardín obtuvieron unos 40 sacos de basura. Y no fue una excepción, el mismo problema se repite entre las regiones amazónicas de este país. Los habitantes de Santa Rita de Florida han concluido con un hábito que tenía al menos los 60 años de vida que tiene el asentamiento de la comunidad. Aman la naturaleza y reconocen que actuaron mal durante años. Nadie les explicó ni enseñó qué hacer con sus residuos. Hoy son pioneros en un proyecto de limpieza.

Santa Rita de Florida ha creado un sistema sencillo motu proprio de recogida de basuras que incluye: limpieza de áreas comunes (la higiene de los jardines privados parte de cada particular), construcción de tres papeleras localizadas en los puntos que concentraban mayor cantidad de residuos, actividades semanales de sensibilización en la escuela de primaria y elaboración de un calendario comunitario para el transporte fluvial de basuras cada miércoles hasta la ciudad de Nauta –único centro urbano de la región que está dotado de un relleno sanitario público y que se ubica a una hora en canoa–. Los instrumentos que emplearon fueron donados por la escuela y los miembros de la comunidad. La institución educativa aportó los materiales de escritura para el diseño de pósters y los nativos las maderas viejas, herramientas y botes para la construcción de infraestructuras y la movilidad de residuos. El resultado es la suma de fuerzas y una comunidad limpia.

La primera actividad de limpieza comunitaria partió de la escuela de primaria. El responsable del colegio, el profesor Anmer Mozombite, explica que para ello contaron con el apoyo de dos voluntarios extranjeros de nacionalidad española y suiza. Con ellos impartieron durante el horario escolar una charla ambiental sobre la contaminación y los efectos de “botar” basura al suelo en las plantas, animales y salud de las personas. A continuación, a iniciativa del profesor, hicieron un taller manual en el que pintaron pósters con mensajes y dibujos llamativos. Los colgaron en las paredes de las casas y puntos visibles de la comunidad. Y, finalmente, recorrieron durante varios días todas las áreas comunes en una actividad de recolecta de basuras. En otras palabras: “los 20 alumnos de primaria fueron los héroes que limpiaron todo Santa Rita de Florida”, resume el profesor.

Jennifer y Dolca, de siete años de edad, “prometen” que durante la marcha rescataron a una rana que vivía entre los metales oxidados que rodeaban un árbol de las proximidades de la escuela. Un grupo de chicos, de entre nueve y once años, citan que recogieron “ropas viejas, envoltorios de galletas, botellas vacías de plástico y libros rotos”. Isaac, 11 años, “el más fuerte”, según susurran sus compañeros, estuvo en la “quebrada” (arroyo) y asegura que desenterró varias mosquiteras él solo. Para Gloria y Marisol, 10 años, la parte más dura fue detrás de los baños del colegio, “estaba llenito de papeles y latas”. Ni una queja, los estudiantes de primaria cumplieron. Y la actividad no para. El profesor Anmer Mozambite garantiza que cada semana continuarán con “el paseo de limpieza”. “Es importante que los más pequeños aprendan que tirar al suelo el papel del curichi (helado de la fruta de aguaje) es fácil pero que recogerlo cuesta mucho más”, sostiene Mozambite.

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Foto: RMC | Padres y madres de familia de la comunidad de kukamas de Santa Rita de Florida en la ribera de Marañón.

Reuniones de los nativos para diseñar el sistema de recogida de basuras

Las 20 familias que forman la comunidad de Santa Rita de Florida han estado informadas y participando en todo momento de las actividades de limpieza del colegio. Gladis Dávila, como monitora ambiental, recibió el primer aviso acerca del problema de basuras. Trasladó tal información al apu, figura de máxima autoridad en las comunidad nativas, y convocaron varios encuentros con “los padres de familia”. “En total nos reunimos en tres ocasiones. Pero algunos comuneros (miembros de la comunidad nativa) no acudían. Al final les informé puerta por puerta”, señala como principal obstáculo el apu, José Aguilar. Una dificultad que comparte Gladis Dávila. “Era importante que toda la comunidad comprendiese que todos juntos debíamos trabajar en este proyecto”, subraya la mujer.

La respuesta de los comuneros, en conjunto, fue excelente. En cada de unas de las reuniones, diferentes miembros de la comunidad alzaron la voz para expresar sus ganas de participar en la higiene y gestión de residuos de Santa Rita de Florida. “No es difícil tomar un caramelo y después guardarse el papel en el bolsillo hasta botarlo en el tacho (papelera)”, declaró Alfredo Dávila en uno de los encuentros. “No quiero que mis hijos jueguen con la basura”, expresó el padre de la Iglesia Evangélica, William Arimuya. “Los restos de comida alimentan a mis pollos y patos, pero no sé qué hacer con el plástico”, anunció Eduardo Ahuanari. De estas reuniones salieron soluciones.

Construyeron tres tachos (papeleras) con madera viejas para depositar los residuos en las zonas comunes. Acordaron segregar la basura de los hogares en: restos orgánicos, que alimentarían a los animales, papel y cartón, que utilizarían para encender el fuego, y a la ciudad de Nauta transportarían aquello que no pudieran destruir, los plásticos y la general, este último incluiría las ropas viejas, pilas y metales oxidados. El paso siguiente fue diseñar un calendario de recogida de basuras con el nombre de todas las familias. Tal calendario señala que aproximadamente cada familia transportará en su bote dos veces al año la basura de toda la comunidad. Finalmente, contactaron con las autoridades de la ciudad de Nauta para su recepción. Cada miércoles a las 7:00 de la mañana en el puerto de Petro Rápido de Nauta, la Municipalidad Provincial recoge los residuos que trae Santa Rita de Florida.

60 años de basura arrojados al suelo

“No ha sido fácil. Hemos tenido problemas incluso entre nosotros”, reconoce Gladis Dávila. Un bote que transportaba la basura de los jardines privados no esperó a las autoridades de Nauta en el puerto de la ciudad. “Botaron la basura al río”, lamenta. Trataron este tema en una de las reuniones del apu y quedó zanjado. -“Fue un problema de falta de comunicación”, recuerda el apu-. Tampoco ha sido sencillo para la monitora ambiental supervisar este proyecto. “Me he avergonzado de mí misma”, revela Dávila. “La primera vez que llevé la basura a Nauta me quedé petrificada en el puerto. No pude desplazarla al camión. Mis hijos lo hicieron. Que la gente viera que toda esa porquería era nuestra… No pude”, confiesa. Sentada en el bote, observando la suciedad del embarcadero de Nauta, Gladis Dávila fijó su meta.

“Nuestro objetivo es llegar a ser incluso más limpios que la ciudad de Nauta”, afirma con rotundidad la monitora ambiental. Un sueño que rompe con 60 años de malos hábitos. Las autoridades comunales de Santa Rita de Florida: el apu, José Aguilar, la teniente gobernadora, Ercilia Jaramillo, el agente municipal, José Marcelino Arimuya, y la monitora ambiental, Gladis Dávila, coinciden que desde el nacimiento de la comunidad a orillas del Marañón en el 1957, han estado botando la basura al río, suelo y junto a los árboles. Un ejemplo de la suciedad acumulada era el jardín de Gladis Dávila antes de su saneamiento. Mosquiteras roídas, sujetadores, botas y ropas viejas, CD de música, cubiertos de comida, botellas vacías de gasolina, plásticos y demás desechos almacenados en el mismo lugar que los pollos, patos y árboles frutales.

Tras la limpieza del jardín obtuvieron algo más de 40 bolsas de basura del tamaño de un saco de arroz de 50 kilos. El jardín de la monitora ambiental no era una excepción. “El mismo monto de basura puede encontrarlo en cualquier otra comunidad”, agrega el kukama Pedro Torres, director del colegio de secundaria de la vecina comunidad 9 de Octubre. Así lo confirma la Asociación Cocama de Desarrollo y Conservación San Pablo de Tipishca ACODECOSPAT, que representa a 63 comunidades del pueblo Kukama Kukamiria de la cuenca baja del Marañón. “La basura es un problema medioambiental grave que afecta a la mayoría de comunidades”, sentencia su representante, Luis Peña.

El problema va más allá. Desde la Gerencia de Servicios, Saneamiento y Ambiente de la ciudad de Nauta, el biólogo Roger Villaverde, reconoce “que tienen (las poblaciones amazónicas urbanas e indígenas) la costumbre de botar la basura al río y al suelo”. Los embarcaderos de Nauta e Iquitos, capitales de la región y departamento, están repletos de suciedad que flota por la primera capa del río más largo del mundo. Importante: la ciudad de Nauta está equipada con 25 papeleras para 30.000 persona y ninguna es de reciclaje; Iquitos, la capital amazónica por excelencia, tiene 102 papeleras para una población aproximada de 150.000 personas, según recoge el Plan Integral de Gestión Ambiental de Residuos Sólidos de 2013. Actualizar los datos de Iquitos no ha sido posible como tampoco conocer cuántoscontenedores de reciclaje disponen, el gobierno regional de Loreto no atiende a las cuestiones de este medio.

—Pregunta: “¿Por qué tiraban los residuos al suelo?”. —Y la comunidad de Santa Rita de Florida responde: “Porque no sabíamos qué hacer con ellos”.

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