el DiarioSolidario
Disponer de un ambiente saludable es importante para que vivamos una vida con dignidad, calidad y libertad. Es por ello, que cada vez sean más las voces que están pidiendo que se reconozca el derecho a un medio ambiente sano y limpio como un derecho humano.
Una de las primeras personas que ha apoyado este asunto ha sido el primer experto independiente de Naciones Unidas sobre derechos humanos y medio ambiente designado por el Consejo de Derechos Humanos en 2012, John Knowx. Para él, disponer de un ambiente saludable es «tan importante como mucho de los otros aspectos del bienestar humano».
El derecho a un ambiente saludable no está incluido en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, y obviamente la sociedad ha cambiado desde entonces. La producción y el consumo han crecido extraordinariamente, ha aumentado la población y el tránsito de personas entre lugares del mundo es ya una forma de vida y desarrollo. Ante esto, debemos cuidar el planeta ofreciendo un entorno seguro, limpio, saludable y sostenible para los habitantes de la Tierra. Para Knowx, «es fundamental para la dignidad humana, la igualdad y la libertad, y es importante para nuestra capacidad de disfrutar de todos nuestros otros derechos«.
Para la International Solid Waste Association (ISWA), que trabaja por el derecho a un medio ambiente sano, no se puede tratar el asunto como un problema legal que deba administrarse de manera más correcta. Para esta organización, existe una vinculación directa entre derechos humanos y medio ambiente. Por eso, sostienen que la gestión racional de los desechos es esencial para alcanzar un medio ambiente donde sus suelos, aire, agua y mares sean seguros, limpios, saludables y sostenibles.
Todo hace indicar que en los próximos años se incrementará el número de personas y organizaciones que defenderán y exigirán que el derecho a un ambiente saludable sea considerado como derecho humano. Sin duda, será un tema importante porque mientras la consideración como tal, choca con los intereses económicos de grandes potencias y de las emergentes, su negación chocaría con una sociedad que cada vez da más valor y tiene mayor conciencia sobre el cuidado del planeta.
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