Arrate Sarrionandia
Sobrevivir económicamente en el área rural es un reto en cualquier lugar del planeta. La aldea La Esperanza de Chimborazo en Ecuador no es una excepción. La crisis económica que azotó el país en 1999 dejó a la comunidad en una situación muy precaria. Muchos “jefes de hogar” tuvieron que emigrar dejando a varias familias sin ingresos.
En 2001, llega a La Esperanza la organización italiana Ayuda Directa para comenzar un proyecto de educación. Durante todos estos años colaborando con la ONG, la comunidad recibió a muchos voluntarios y cooperantes internacionales que se alojaban con las familias del lugar. La experiencia fue excelente. Los viajeros disfrutaban de un trato cercano, saboreaban la gastronomía local, conocían desde dentro el estilo de vida lugareño y disfrutaban del rico patrimonio natural que les rodeaba. Sin ser consciente de ello, La Esperanza ofrecía un producto turístico perfecto y único, lleno de sentido humano por el que los huéspedes estaban dispuestos a pagar.
De esta forma en 2013 arranca la que es hoy una de las experiencias más sólidas de turismo comunitario en Ecuador. La primera choza se construyó en julio de ese año, actualmente, hay dos cabañas, un pequeño bar-restaurante, una fábrica de quesos y nueve comunitarios trabajando allí.
Beneficio comunitario
Los ingresos que llegan del turismo comunitario van a parar a una cuenta que reparten a final del año entre los 200 comunitarios y sus 60 familias, que componen La Esperanza. Además, del beneficio económico, la actividad ha empoderado a la comunidad, mejorado su autoestima y les ha permitido adquirir conocimientos en emprendimiento y herramientas, que traspasar a las próximas generaciones como destaca el responsable del proyecto, Segundo Pilamunga. Al mismo tiempo, han mejorado los servicios de la comunidad: carretera, luz e internet.
Los habitantes de las comunidades en América Latina disponen de poca formación y escasas oportunidades más allá de la ganadería y la agricultura. El turismo comunitario y la venta de productos típicos, la quesería, es la forma de diversificar su economía, no hay tantas opciones como en la ciudad. Igualmente, el impacto del turismo comunitario va más allá de lo económico y es ahí donde reside su valor.
Además, de fomentar la conservación del patrimonio cultural y natural de estas comunidades, mitiga la emigración a la ciudad por motivos económicos y facilita el acceso a otros servicios básicos que antes no estaban presentes.
Previsiones de crecimiento del Turismo Comunitario
Las comunidades rurales son unidades de población características en Latinoamérica donde se conserva un estilo de vida tradicional basado en una economía de subsistencia. La emigración a la ciudad en busca de nuevas oportunidad y la falta de relevo generacional dificultan la continuidad de esta forma de vida. El turismo comunitario crece cada año en Latinoamérica como una alternativa que permite luchar contra la pobreza y avanzar en el desarrollo humano en las áreas rurales. A diferencia de otros negocios turísticos, revaloriza las costumbres y la cotidianeidad de las comunidades locales, sin modificarlas. Por ello, en la mayoría de las ocasiones lleva la etiqueta de sostenible.
El técnico de proyectos de la fundación CODESPA, Rafael Díez, una de las ONG pioneras en desarrollar proyectos de turismo comunitario en Ecuador, destaca las previsiones de crecimiento a medio-largo plazo de este tipo de turismo: “Los turistas buscan, cada vez más, aportar socialmente en los países que visitan y tener experiencias más profundas. Por otro lado, las empresas y tour operadoras turísticas están interesadas en atender este nuevo mercado”.
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Su experiencia trabajando en diferentes proyectos le ha permitido confirmar la efectividad del turismo comunitario como una herramienta con la que hacer frente a la pobreza. Además, de fomentar la conservación del patrimonio cultural y natural de estas comunidades, mitiga la emigración a la ciudad por motivos económicos y facilita el acceso a otros servicios básicos que antes no estaban presentes.
Pobreza rural en aumento
Casi la mitad de las personas que vive en el campo en América Latina y el Caribe son pobres según el informe Panorama de la Pobreza Rural de la FAO. Una cifra que aumentó entre 2014 y 2015, cuando dos millones de latinoamericanos pasaron a formar parte de los denominados pobres rurales. Naciones Unidas determina la pobreza cuando los ingresos de los hogares son inferiores al valor de una canasta básica de bienes y servicios, tanto alimentarios como no alimentarios. La base del problema según la FAO es que en la última década el campo ha quedado olvidado, priorizando otras áreas de acción para el desarrollo.
La búsqueda de empleo rural no agrícola en sectores como el turismo, la artesanía y las obras públicas son parte de las soluciones que proponen desde Naciones Unidas para hacer frente a esta problemática.
Las estimaciones de la Organización Mundial del Turismo de Naciones Unidas apuntan que hasta 2030, las llegadas internacionales a los países en desarrollo crecerán más del 4% anual, el doble que las economías desarrolladas. El turismo se presenta como una oportunidad de progreso y crecimiento para estos países, siempre que se utilice un enfoque integrador hacia las comunidades más desfavorecidas y se respeten las costumbres locales como propone el turismo comunitario.
Más información: vídeo La Esperanza
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