Turismo solidario ¿un negocio con conciencia?

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Ivette Carner

Cada año cuando se acercan determinadas fechas, algunas personas empiezan a programar cuál será el próximo destino para pasar las vacaciones.

Actualmente, la tendencia de los turistas va dirigida a disfrutar de unas vacaciones, poco convencionales, organizadas por agencias de viajes y Organizaciones No Gubernamentales (ONG), de hecho según la Organización Mundial del Turismo (OMT) cada año aumenta un 20%. El atractivo principal de esta opción ofrece la posibilidad de visitar lugares turísticos, así como descubrir nuevas realidades, culturas y tradiciones de una manera más genuina. Además, las actividades que se proponen se realizan a través de la comunidad local vinculada a un proyecto de cooperación internacional, normalmente, gestionado por una ONG extranjera.

De manera general los «viajeros solidarios» se encuentran en la franja de los 20 a los 40 años, de clase media-alta, y son en su mayoría estudiantes o profesionales vinculados al campo de la educación o el ámbito técnico con una cierta conciencia social, y que, sólo un tercio está vinculado directamente con el mundo del voluntariado y las ONGD de su entorno más cercano.

Los beneficios de este tipo de turismo son claros: aporta nuevos valores y experiencias, ya que los participantes viven situaciones que salen de la cotidianidad y adquieren una visión más amplia de la realidad global. Además, el turista toma conciencia sobre las necesidades y dificultades que viven habitantes de otros países. Por otra parte, su participación contribuye a la economía local por el hecho de visitar actividades turísticas de la zona y consumir productos locales, fomentando un intercambio económico como cultural de una forma más equitativa y horizontal.

En definitiva, este tipo de actividad debería favorecer el espíritu crítico del participante, haciendo que éste a su vuelta actúe de altavoz divulgando las diferencias sociales existentes y transformándose en un agente sensibilizador.

Por el contrario, esta nueva modalidad puede fascinar a los más aventureros o aquellos que siempre han deseado hacer un viaje para ayudar «a los más necesitados». De entrada puede parecer un motivo suficientemente válido para poder contratar un paquete de turismo solidario. Como ya es sabido, las motivaciones personales que llevan a elegir este tipo de programas, además de la solidaridad, son la oportunidad de poder interactuar con otras culturas de países diferentes y la satisfacción personal, así pues, el interés principal es el de satisfacer las necesidades del que viaja y no de quien lo recibe, como cabría presuponer.

¿Voluntariado y cooperación?

Pero antes de elegir el destino es importante clarificar el concepto de: voluntariado y cooperación internacional, palabras que se utilizan incorrectamente y que a menudo son el atractivo del anuncio. En ningún caso una experiencia solidaria de pocos días no se considera ni voluntariado ni mucho menos cooperación, debido a que la estancia no permite desarrollar las acciones de un proyecto, el objetivo principal del viaje es conocer cómo trabaja una ONG en terreno. Además, el turista no recibe ningún tipo de formación preparatoria, lo que puede generar una decepción y un sentimiento de fracaso porque no se cumplen las expectativas mínimas de satisfacción personal. Del mismo modo, una estancia corta exige un esfuerzo por parte de la persona ya que hay que alcanzar una empatía con la realidad, que no resultará efectiva, hasta que no haya un conocimiento y una adecuación a la realidad que se vive.

En otras palabras, jugar con niños durante tres tardes o repartir libretas y lápices a una escuela no es hacer voluntariado ni cooperación. Pero para justificar la «solidaridad» del paquete turístico algunas ONGs ofrecen un espacio destinado a los turistas para que puedan sentirse partícipes del proyecto con el impacto que esto puede suponer.

Más allá de las buenas intenciones de los viajeros, en muchos casos hay que ser conscientes de algunas situaciones que se puedan generar durante la estancia. Y es que muchas veces el afán de ayudar desarrolla formas de actuar problemáticas con el entorno próximo. Hay que remarcar que el país que se visita tiene una realidad cultural y socioeconómica bastante alejada de la propia, y hay que recordar que el turista está de vacaciones.

Por el hecho de visitar un país empobrecido no es obligatorio llevar la maleta cargada de juguetes y ropa para repartirlo entre los «más necesitados», justamente esta actitud reproduce el patrón paternalista del rico hacia los pobres como la desigualdad entre la comunidad, sobre todo se puede generar una necesidad que condicionará la visita de futuros turistas. La mejor recomendación es la de actuar con honestidad y respeto, las aportaciones deben seguir una metodología y una finalidad dentro de un proyecto. Del mismo modo si se adquiere un compromiso con la comunidad local hay que mantenerlo y no olvidarlo. Las promesas serán el único enlace que habrá después del viaje, el turista volverá a las comodidades de un país desarrollado pero allí dejarán personas con esperanza. La mejor aportación es aquella que perdura en el tiempo y que puede ser reproducible de una manera autónoma por la comunidad local.

Desgraciadamente, el impacto que causa el turista también continúa a su regreso. Con el afán de popularizar el rol solidario vivido durante las vacaciones, las redes sociales reproducirán las imágenes de un turista repartiendo comida o jugando con niños y niñas mal vestidos generando un impacto positivo entre los seguidores. Estas fotografías llenas de estereotipos perpetúan el rol de «sociedad blanca salvadora» hacia la dignidad de las personas, sin una explicación de los hechos ni sin la oportunidad de dar voz a los protagonistas, son, tristemente, la clave para conseguir popularidad en las redes sociales.

Con todo, seguramente hay personas que piensan que al menos se ha colaborado de alguna manera más que si no hubieran participado. Pero, ¿todo vale para ayudar? ¿Somos conscientes del peso de los turistas y su impacto? ¿Altruismo o negocio?

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4 Comentarios

  1. Pues creo que uno de los efectos positivos y de los que no se habla sobre el ´turismo solidario´ es que gracias a esos viajes, muchas personas acaban trabajando en cooperación ya sea como profesionales, como voluntarios o incluso creando una ONG. Quizá sea yo, pero en la foto del artículo solo veo gente reproduciendo lo que hacemos a diario, sea con cámaras o con móvil.

    • Gracias Alicia por tu comentario. Sí, tienes razón estas experiencias sirven como primera toma de contacto con el mundo del voluntariado o la cooperación internacional. En una parte del artículo se enfatiza que para una buena experiencia hace falta una buena organización detrás con una buena coordinación, formación, atención, etc. Pero en un paquete turístico de 10 días,por lo general, no se puede tener una visión en profundidad. Por otra parte, la foto refleja el impacto que generamos (sin darnos cuenta),sobretodo que capta el turista en sus fotos, en definitiva como percibe el país. Te adjunto un video muy interesante sobre como se aborda este tema en el artículo https://www.youtube.com/watch?v=7c9mwY31iMI#action=share

  2. Actualmene tenemos los móbiles en las manos, esto hace que no podamos sentir, comunicar, empatitzar lo que nos puede transmitir en el momento la situación. Estamos pendientes de la foto que de lo real.
    Este tipo de viages se tendrían que hacer sin móbiles en la mano.
    Felicidades por tu artículo !

  3. tuve la enorme suerte de poder vivir 20 dias en una ciudad de Burkina Faso. Visitaba a mi hija que estaba allí como cooperante. Mi hija me prohibió literalmente ir llevar regalos «solidarios». Tan sólo llevaba «presentes» para sus amigos para darles cuando era invitada a sus casas. Mi contribución: traerme la maleta llena de cosas hechas por ellos (sus magnificas telas, su artesania) y el cocrazón repleto de la generosidad y la alegria que me regalaron. Yo no les di nada, ellos me lo dieron todo.

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