La grave crisis de salud mental en Dadaab, el mayor campo de refugiados de África

Dadaab campo de refugiados

el DiarioSolidario

Fauzia Mohamed, de 30 años, llegó al campo de refugiados de Dadaab con su familia en 1992, cuando apenas tenía dos años. Ha vivido allí desde entonces. “¿Cómo puedes permanecer en un país durante tres décadas, sin saber a dónde perteneces? Sigues siendo un refugiado sin perspectivas. La tasa de desempleo es muy alta en el campo, pero si se pudieran eliminar las restricciones de movimiento, las condiciones de vida de los refugiados realmente podrían cambiar».

Médicos Sin Fronteras es testigo de un deterioro en la salud mental de los refugiados somalís del campo. En Dagahaley, el número de intentos de suicidio ha aumentado y las consultas psicosociales han crecido en más de un 50% con respecto al año pasado, durante el mismo período hasta septiembre, de 505 a 766. En los últimos dos meses, cinco personas han intentado suicidarse, dos con resultados fatales.

El complejo de refugiados de Dadaab tiene una población de 218.873 refugiados y solicitantes de asilo registrados a finales de julio de 2020. El complejo de refugiados de Dadaab consiste en tres campos: Dagahaley, Ifo y Hagadera.

El primer campamento se estableció en 1991, cuando los refugiados que huían de la guerra civil en Somalia comenzaron a cruzar la frontera con Kenya. Una segunda gran afluencia se produjo en 2011, cuando llegaron unos 130.000 refugiados que huían de la sequía y la hambruna en el sur de Somalia.

Covid-19, falta de oportunidades y hambre

El Covid-19, y la reducción de la asistencia humanitaria, el Programa Mundial de Alimentos se ha visto obligado a recortar las raciones de alimentos en un 40, se unen ahora a la falta de empleo remunerado y a la frustración que ya sumía a los refugiados por la falta de soluciones. Un cóctel que ha creado una crisis de salud mental.

En agosto, el hijo de 24 años de Haret Abdiramán se suicidó en el campo de Dagahaley, después de «una vida sin perspectivas de futuro». “A pesar de terminar su educación secundaria, siguió hablando de lo difícil que era para él la vida en el campo sin trabajo. A menudo decía que deseaba poder quitarse la vida, pero nunca pensé que realmente lo haría».

Futuro incierto

“La Covid-19 ha puesto fin a las pocas posibilidades que tenían los refugiados de escapar de sus vidas indignas en los campos, agravando la angustia mental de muchos que no tenían nada más que la esperanza de aferrarse”, dice el coordinador de Médicos Sin Fronteras en Dadaab, Jeroen Matthys. «Estamos viendo una oleada de desesperación en el campamento».

El número de refugiados reasentados desde Kenia ya se había reducido a un mínimo incluso antes de la pandemia; ahora se ha detenido casi por completo. Regresar voluntariamente a Somalia, donde la inseguridad es generalizada y el sistema de salud está profundamente afectado, no parece una alternativa para la mayoría de los residentes de los campos.

«En agosto de este año, ACNUR no había informado de retornos de Kenia a Somalia. La promesa de integración local para los refugiados ha desaparecido gradualmente a medida que las iniciativas para extender los servicios estatales a los refugiados siguen estancadas«, denuncian desde la ONG.

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Médicos Sin Fronteras dirige una clínica de salud mental en su hospital de 100 camas en el campo de Dagahaley. La clínica brinda tratamiento médico a pacientes con diversas enfermedades mentales, como depresión, esquizofrenia, trastornos de la personalidad y de ansiedad.

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