No habrá igualdad mientras toleremos la Trata

Mujeres, No habrá igualdad mientras toleremos la Trata

Alicia Giménez García. Coordinadora de Acción Contra la Trata – ACT (Navarra)

Todavía estamos lejos de cohabitar un mundo igualitario, verdaderamente libre de violencias contra las mujeres, un  mundo en igualdad. Una de las mayores evidencias de las violencias con las que convivimos es la trata de personas, y en especial, la trata de mujeres con fines de explotación sexual.

En pleno 2021, se desconoce el alcance de lo que supone la trata de personas a nuestro lado; éste es un término que se tiende a confundir con “tráfico de personas” (trata en inglés es “trafficking in human beings”, mientras que tráfico en inglés se traduce como “smuggling”). La trata de personas es una realidad mundial que afecta, como víctimas y supervivientes, a millones de mujeres y niñas, y como victimarios, a millones de hombres que alimentan el mercado de la prostitución en nuestro entorno. En este mercado, proxenetas y tratantes ponen a la disposición de los hombres un surtido de cuerpos de mujeres de distintos orígenes, edades, condiciones y precios.

Feminización de la pobreza

Normalmente, proxenetas y tratantes nutren su mercancía de cuerpos procedentes de países donde se han generado graves desigualdades. Sabemos que, si bien las mujeres son grandes sostenedoras de familias enteras y conforman más de la mitad de la población mundial, todavía cuentan con menos oportunidades para acceder a educación, propiedades y empleo. La feminización de la pobreza es el arma que tratantes y proxenetas utilizan para coaccionar a su mercancía. Para ellos, así como para sus consumidores, las mujeres prostituidas no son, a sus ojos, seres humanos en igualdad de condiciones; se trata de mercancía. El sistema prostitucional vierte sobre las mujeres supervivientes de la trata con fines de explotación sexual un cúmulo de opresiones, no sólo de sexo-género por ser mujeres; también de origen, posición social y condición económica.

Prostitución en Europa

Según datos de la UNODC de 2010, España es el primer país en consumo de prostitución en Europa, y el tercero en el mundo, tan sólo por detrás de Puerto Rico y Tailandia. Este dato es especialmente preocupante si tenemos en cuenta que países como Alemania, Países Bajos y Suiza han regularizado la prostitución y con ello, han facilitado a las mafias el movimiento de su “carne fresca”, que promocionan en un estado de aparente normalidad. Europa ha reconocido el fracaso de este modelo que, lejos de facilitar la detección de las redes de trata, normaliza el consumo de mujeres en clubes, pisos y supuestos salones de masajes, y allana el camino a las mafias que mantienen a las mujeres en espirales de violencia y “campos de concentración para mujeres”, como los denomina la activista, experta en violencia sexual y superviviente del sistema prostitucional en España, Amelia Tiganus.

Modelo sueco

El modelo sueco, implantado desde 1999 en varios países, descriminaliza a las mujeres, ofrece apoyos para la subsistencia y el propio desarrollo, impulsa la educación en igualdad entre los más jóvenes, y pone el centro de atención en los puteros, que ante la posibilidad de recibir una multa en casa, piensan dos veces en la posibilidad de consumir cuerpos de mujeres. Este modelo pretende por un lado apoyar a las mujeres que son explotadas, y por otro desincentivar la demanda de prostitución, señalando a los consumidores y favoreciendo que los niños crezcan respetando a sus pares, las mujeres.

Como recoge la guía La trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, de Acción Contra la Trata, según los datos recogidos por el Foro Navarro de Lucha contra la Trata en su Informe sobre la explotación sexual y trata de mujeres en Navarra (2011), existe un flujo constante de entre 700 y 800 mujeres y niñas en situación de prostitución tan sólo en Navarra, donde se contabiliza una veintena de “clubes de alterne” y más de un centenar de pisos para el consumo de prostitución. Muchas de las mujeres que se encuentran en esta situación provienen de países con graves desigualdades. El perfil más común es el de jóvenes mujeres y niñas procedentes de Nigeria, Rumanía, Paraguay, Colombia, China, Brasil, Venezuela o República Dominicana entre otros.

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Si hablamos de demanda (esto es, los consumidores de prostitución), cada vez es más habitual el consumo entre chicos a partir de edades tempranas; sin embargo, estos demandantes desconocen o deciden ignorar la situación de las mujeres por las que pagan, que pueden encontrarse en multitud de ocasiones bajo amenazas, coacción, abusos o necesidad. La sensación de libre mercado que otorgamos a la prostitución y la trata ha logrado que los hombres cuenten (24 horas, 7 días) con el privilegio de poder pagar por aquello que se considera accesible en el mercado.

La trata de mujeres con fines de explotación sexual es una realidad compleja, y constituye un termómetro de nos indica quiénes somos y dónde estamos como sociedad. Nos demuestra que la esclavitud tan sólo ha sido abolida formalmente, en nuestras leyes; sin embargo la esclavitud sigue presente, tan disfrazada como normalizada.

 

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