Denuncian que cientos de miles de personas con condiciones de salud mental son encadenadas

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el DiarioSolidario

Cientos de miles de personas con condiciones de salud mental son encadenadas en 60 países alrededor del mundo según el informe “Living in Chains: Shackling of People with Psychosocial Disabilities Worldwide” publicado por Human Rights Watch.

“Viviendo encadenados: El uso de cadenas en personas con discapacidades psicosociales en todo el mundo” examina cómo las personas con condiciones de salud mental a menudo son encadenadas, en contra de su voluntad, por sus familias en sus propios hogares o en instituciones insalubres debido al estigma y la ausencia de servicios de salud mental.

Los afectados se ven obligados a comer, dormir, orinar y defecar en el mismo espacio diminuto. En las instituciones públicas o privadas, así como en los centros de sanación tradicionales o religiosos, a menudo se ven forzadas a ayunar, tomar medicamentos o brebajes de hierbas, y son víctimas de violencia física y sexual.

«Me siento triste, encerrado en esta celda»

El informe incluye investigaciones de campo y testimonios de Afganistán, Burkina Faso, Camboya, China, Ghana, Indonesia, Kenia, Liberia, México, Mozambique, Nigeria, Sierra Leona, Palestina, el estado autoproclamado independiente de Somalilandia, Sudán del Sur y Yemen.

Paul, un hombre con una condición de salud mental en Kisumu, Kenia afirmaba en febrero: “He estado encadenado durante cinco años. La cadena es muy pesada. Es incómoda; me pone triste. Estoy en un cuarto pequeño con siete hombres. No me permiten llevar ropa, solo ropa interior. Como papilla por la mañana y, si tengo suerte, algo de pan por la noche, pero no todas las noches”.

“Me siento triste, encerrado en esta celda. Quiero mirar afuera, ir a trabajar, plantar arroz en los arrozales. Por favor abra la puerta. Por favor abra la puerta. No le ponga un candado”. Made, un hombre con una discapacidad psicosocial encerrado en una celda especialmente diseñada en unas tierras de su padre desde hace dos años, Bali, Indonesia, noviembre de 2019.

Human Rights Watch entrevistó a más de 350 personas con discapacidades psicosociales, incluidos niñas, niños y adolescentes, y 430 familiares, personal que trabaja en instituciones, profesionales de la salud mental, sanadores religiosos, funcionarios gubernamentales y defensores de los derechos de las personas con discapacidad.

«Práctica brutal generalizada»

“Encadenar a las personas con condiciones de salud mental es una práctica brutal generalizada que es un secreto a voces en muchas comunidades”, afirmaba la investigadora sénior de derechos de las personas con discapacidad de Human Rights Watch y autora del informe, Kriti Sharm. “Las personas pueden pasar años encadenadas a un árbol, encerradas en una jaula o en un cobertizo de ovejas porque las familias pasan apuros para afrontar el problema y los gobiernos no brindan los servicios de salud mental adecuados”.

En respuesta, la ONG ha trabajado conjuntamente con defensores de la salud mental y organizaciones de derechos humanos y contra la tortura en todo el mundo para lanzar una campaña global #BreakTheChains . El objetivo es  acabar con el encadenamiento de personas con condiciones de salud mental, en vísperas del Día Mundial de la Salud Mental el 10 de octubre.

Carencia de servicios de salud mental

A nivel global, se estima que 792 millones de personas, o 1 de cada 10, incluido 1 de cada 5 niños, tienen una condición de salud mental. Sin embargo, los gobiernos gastan menos del  2% de sus presupuestos de salud en salud mental.

Más de dos tercios de los países no reembolsan los servicios de salud mental en los sistemas nacionales de seguro de salud. Incluso cuando los servicios son gratuitos o están subvencionados, la distancia y los costos del transporte son una barrera importante.

Ante la falta de servicios adecuados y de conciencia, muchas familias sienten que no tienen otra opción que encadenar a sus familiares. Con frecuencia les preocupa que la persona huya o se lastime a sí misma o a otras personas.

El encadenamiento afecta a la salud física y mental. Una persona que está encadenada puede sufrir estrés postraumático, desnutrición, infecciones, daño nervioso, atrofia muscular y problemas cardiovasculares. Los grilletes también obligan a vivir en condiciones muy restrictivas que reducen la capacidad para mantenerse de pie o moverse. Algunas incluso son encadenadas a terceros, lo que las obliga a ir al baño y dormir juntas.

Un hombre de Kenia que actualmente vive encadenado aseguraba: “Así no es como se supone que debe ser un ser humano. Un ser humano debería ser libre”.

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Sin un acceso adecuado a sanitación, jabón o incluso atención médica básica, las personas que están encadenadas corren un mayor riesgo de contraer Covid-19.

Sanadores

El encadenamiento lo practican típicamente familias que creen que las condiciones de salud mental son el resultado de espíritus malignos o de haber pecado. Las personas a menudo consultan primero a sanadores religiosos o tradicionales y solo recurren a los servicios de salud mental como último recurso. Mura, un hombre de 56 años de Bali, Indonesia, acudió a 103 curanderos religiosos y cuando ninguno funcionó, lo encerraron en una habitación durante varios años.

En muchos países, las familias llevan a sus miembros, incluidos niños de apenas 10 años, a centros tradicionales o de curación religiosa donde los esposan para castigarlos o restringir sus movimientos. Los encadenados viven en condiciones extremadamente degradantes. También se les obliga habitualmente a tomar medicamentos o se les somete a “tratamientos” alternativos como brebajes de hierbas “mágicas”, ayunos, masajes vigorosos por parte de curanderos tradicionales, recitación coránica en el oído, himnos del Evangelio, así como baños especiales.

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